En este cuarto capítulo de mi viaje fotográfico por España, me adentro de lleno en el corazón del Pirineo aragonés. Partiendo desde Torla-Ordesa, uno de los pueblos más encantadores de la zona, me embarco en una jornada repleta de paisajes sobrecogedores, senderos de montaña, miradores infinitos y valles que parecen sacados de otro mundo.
Subida a la pradera de Ordesa
La aventura comienza con la subida en autobús a la Pradera de Ordesa, uno de los rincones más famosos del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Desde allí, realizo un pequeño sendero entre hayas, cascadas y paredes de roca colosales. Aunque tuve que acortar el camino por molestias físicas, la experiencia fue igual de enriquecedora. Esta parte del Pirineo tiene una luz especial y es perfecta para capturar la textura del paisaje, los contrastes del bosque y el dinamismo del agua en largas exposiciones.
Mirador del Cañón de Añisclo
Tras descender de Ordesa, el viaje continúa hacia uno de los puntos más sorprendentes del día: el mirador del cañón de Añisclo. Un lugar accesible en coche y con unas vistas vertiginosas que muestran la magnitud del paisaje. Aquí aproveché para grabar planos con drone y tomar panorámicas que capturan la grandeza de este profundo cañón esculpido por el río Bellós.
Valle de Pineta: pura postal alpina
La tercera gran parada del día fue el Valle de Pineta, uno de mis sitios favoritos de todo el viaje. Con su lago, sus bosques cerrados, sus praderas abiertas y las imponentes paredes de los Montes Malditos como telón de fondo, este valle es un paraíso para cualquier amante del paisaje. La luz del atardecer baña el lugar con tonos dorados que potencian la atmósfera mágica de este rincón pirenaico.
Fin de jornada en Bielsa
Finalmente, tras un día repleto de contrastes y emociones, llego a Bielsa, un pueblo perfecto para descansar y reponer fuerzas. Las vistas desde allí hacia el valle son un broche perfecto para cerrar esta jornada tan intensa y visualmente poderosa.
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